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Abril. Mes de la primavera y las flores


Pasada la Semana Santa, y con la esperanza de que la ya iniciada primavera se instale definitivamente, no cabe duda de que el mes de abril es sinónimo de esta estación, pero sobre todo se asocia a la presencia de flores. Y las flores van a ser las protagonistas de esta primera entrada del mes.


En abril del pasado año la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Proyecto Templo Mayor (PTM), organizó la exposición Flores para Huitzilopochtli en Ciudad de México, con la intención de dar a conocer como las flores en el mundo prehispánico eran tan apreciadas por su belleza como lo son ahora. Sólo que en tiempos del imperio azteca también eran obsequiadas a los dioses, y más que símbolo de amor o felicidad, se asociaban a la muerte, la guerra y la victoria en la batalla.

Además, la muestra gráfica ha servido para dar a conocer el trabajo de investigación (trabajo que forma parte de la tesis de licenciatura de la arqueóloga Laura Ortiz Tenorio) llevado a cabo con las muestras de pólenes que se han encontrado bajo el Templo Mayor en depósitos como el de la Ofrenda 120. Se han distinguido y guardado granos de polen tan pequeños como la cabeza de un alfiler (1 micra). Todas las muestras reunidas se han estudiado en el Laboratorio de Paleoetnobotánica y Paleoambiente del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, a cargo de la doctora Emily McClung, y comparadas con catálogos de polen actuales que indican a qué familia, género y especie pertenecen.

De este modo se ha encontrado que en dicha ofrenda había flores rojas (toronjil), amarillas (girasol y yauhtli) y blancas (guayaba, yagalán), que se asociaban con valores propios de Huitzilopochtli: el fuego, la luz solar, la claridad y la muerte.

Las flores que encontramos son rojas, amarillas, naranjas, blancas y aromáticas, por regla general. Porque estas dos características, el color y el brillo de la flor, eran muy importantes porque esas características las volvían atractivas a los dioses y los alimentaban a la vez

Veamos a continuación con más detalle el significado de algunas de ellas.

Guayaba.- En náhuatl se conoce como xalxócotl. Sus flores son blancas y aromáticas, se relacionaba con la luz, y se consideraba que su brillo atraía a las divinidades.

“Esta planta se usa para curar enfermedades estomacales. Es parte de la medicina tradicional. Además de que el fruto siempre se ha apreciado de alimenticia. Aquí lo interesante es que la guayaba no es propia de la cuenca de México, entonces ya se está hablando de que la están cultivando en un jardín botánico o la están trayendo a través del tributo o del comercio

Dalia.- En náhuatl acocoxóchitl. Por sus tonalidades anaranjadas era asociada al Sol y la luminosidad. Con ella se hacían guirnaldas que se ponían en las estatuas del dios Huitzilopochtli, pero también servía como remedio para la fiebre, las quemaduras y el dolor de riñones

Girasol.- El girasol recibía el nombre de chimalxóchitl, o flor escudo. Se las daban a los guerreros victoriosos.

“El girasol se asocia con la guerra. Aquí ayuda mucho el contexto, pues se encontró en una que ofrenda donde se encontraba un lobo ataviado como guerrero. Además, el color amarillo se relaciona con el Sol”

Amaranto.- Se le conocía como huauhtli. Tiene color rojo y sus flores forman gruesos racimos que eran asociados con la sangre y la muerte sacrificial. Con semillas de amaranto se hacía una masa a la que le daban forma sus dioses.

“El amaranto es precioso. Lo interesante del amaranto es que encontramos el polen, lo que nos esta diciendo que se colocaron estas inflorescencias rojas muy espesas, probablemente relacionadas a la sangre, pues se encontraron en ofrendas relacionadas a la muerte. Y es interesante ver esta múltiple dimensión del amaranto que va más allá de la pura alimentación”


Para los mexicas, las flores constituían un modo de convocar a los dioses mediante sus llamativos colores y sus fragantes olores. Se las relacionaba con la vida y la muerte, la belleza, la poesía, los guerreros y las victorias militares. El mismo guerrero se podría considerar una flor, ya que es frágil, pues su vida corre peligro en todo momento y está expuesto a la muerte. Del mismo modo que la flor de cerezo (sakura) en el bushido (el camino del samurai) era emblema de lo efímero, de la fragilidad de la vida.






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